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miércoles, 16 de septiembre de 2015

El Soneto

Es una composición poética formada por catorce versos endecasílabos (también pueden ser alejandrinos), distribuidos en dos cuartetos y dos tercetos.
Los cuartetos deben compartir las mismas rimas y los tercetos deben compartir al menos una rima.
Ejemplos:
Regalo para el niño
Oswaldo Escobar Velado
(Salvadoreño)

Te regalo una paz iluminada.
Un racimo de paz y de gorriones.
Una Holanda de mieses aromada.
Y Californias de melocotones.

Un Asia sin Corea ensangrentada.
Una Corea en flor, y otra en botones.
Una América en frutos sazonada.
Y un mundo con azúcar de melones.

Te regalo la paz y su flor pura.
Te regalo un clavel meditabundo
para tu blanca mano de criatura.

Y en tu sueño que tiembla estremecido
hoy te dejo la paz sobre tu mundo
de niño, por la muerte sorprendido.


Soneto de repente
Lope de Vega
(español)

Un soneto me manda a hacer Violante,
que en mi vida me he visto en tal aprieto;
catorce versos dicen que es soneto;
burla burlando, van los tres delante.

Yo pensé que no hallara consonante
y estoy a la mitad de otro cuarteto;
mas si me veo en el primer terceto,
no hay cosa en los cuartetos que me espante.

Por el primer terceto voy entrando,
y aún parece que entré con pie derecho,
pues fin con este verso le estoy dando.

Ya estoy en el segundo, y aún sospecho
que estoy los trece versos acabando:
contad si son catorce y está hecho.

domingo, 16 de agosto de 2015

A tal jefe tal soldado (anécdota)

Por Doroteo Fonseca
Salvadoreño

El General Francisco Menéndez, cuando era presidente de la República de El Salvador, dio la siguiente orden a la pequeña guardia estacionada en Casa Presidencial: “Queda terminantemente prohibido dejar entrar a nadie después de las diez de la noche. Ni a mí mismo”.

Una noche el General regresó ya pasada la hora y al querer entrar a su residencia, el centinela  negó el paso.

El presidente insistió, de ahí que el centinela atravesó el rifle para impedírselo. Ante esta negativa, el general, muy sorprendido, preguntó al centinela:

- ¿Qué es esto? ¿Acaso no sabes quién soy?
El centinela contestó:
- Sí, Señor: usted es el Presidente.
El general insistió:
- Y entonces, ¿por qué no me dejas pasar?
El centinela repuso:
- Porque el mismo Señor Presidente ha dado orden de que pasada las diez de la noche, ni a él mismo se le deje entrar.

Al día siguiente el general hizo llamar a su presencia al centinela, quien esperaba un ejemplar castigo. El general se quedó viéndolo fijamente y preguntó al centinela por su nombre, edad, domicilio; si sabía leer y escribir, entre otras cosas. Por fin le preguntó si volvería a impedirle el paso. El soldado tras un breve momento de perplejidad, le contestó:

- Sí, mientras no cambie la orden.

El general, riendo de buena gana, le dio unas cariñosas palmadas en el hombro. Le dijo que había hecho muy bien y que así debía hacer siempre. Le aconsejó que siguiera siendo honrado, veraz y disciplinado, lo mismo que aprendiera a leer y escribir.