El Salvador[1].
[1] Crisis de la política oligárquica: la transición (1944-1948). Las corrientes modernizadoras tenían un componente democratizador. No se podía concebir que una moderna sociedad industrializada mantuviera un sistema político basado en el predominio de minorías oligárquicas, defendidas por un gobierno dictatorial. Don José Esperanza Suay, conocido economista salvadoreño de la época, llamaba “plutocracia” (gobierno del dinero) al sistema político de esas minorías. En todo el continente latinoamericano empezaron a caer las dictaduras. En el caso centroamericano, para principios de 1944 había cuatro dictadores que tenían buen rato de estar en el poder, todos ellos generales: en Guatemala, Jorge Ubico, desde 1931; en Honduras, Tiburcio Carías Aldino, desde 1933; en Nicaragua, Anastasio Somoza García, desde 1936; y en El Salvador, Maximiliano Hernández Martínez, desde 1931. De ellos, sólo Somoza pudo mantener su poder, aunque con concesiones, después de la década de 1940 (fue asesinado en 1956), mientras que tanto Ubico como Hernández Martínez fueron depuestos por una combinación de presiones de militares y civiles en el transcurso de 1944. En Guatemala, una junta de gobierno convocó a elecciones para fines de año, siendo electo el doctor Juan José Arévalo. Así se inició el primero de dos gobiernos (le sucedió el coronel Jacobo Arbenz, en 1951) caracterizados por introducir reformas económicas y sociales en ese país vecino y, sobre todo, por su enfrentamiento con las compañías norteamericanas existentes en esa nación y, desde luego, con el gobierno de Estados Unidos.