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domingo, 16 de agosto de 2015

A tal jefe tal soldado (anécdota)

Por Doroteo Fonseca
Salvadoreño

El General Francisco Menéndez, cuando era presidente de la República de El Salvador, dio la siguiente orden a la pequeña guardia estacionada en Casa Presidencial: “Queda terminantemente prohibido dejar entrar a nadie después de las diez de la noche. Ni a mí mismo”.

Una noche el General regresó ya pasada la hora y al querer entrar a su residencia, el centinela  negó el paso.

El presidente insistió, de ahí que el centinela atravesó el rifle para impedírselo. Ante esta negativa, el general, muy sorprendido, preguntó al centinela:

- ¿Qué es esto? ¿Acaso no sabes quién soy?
El centinela contestó:
- Sí, Señor: usted es el Presidente.
El general insistió:
- Y entonces, ¿por qué no me dejas pasar?
El centinela repuso:
- Porque el mismo Señor Presidente ha dado orden de que pasada las diez de la noche, ni a él mismo se le deje entrar.

Al día siguiente el general hizo llamar a su presencia al centinela, quien esperaba un ejemplar castigo. El general se quedó viéndolo fijamente y preguntó al centinela por su nombre, edad, domicilio; si sabía leer y escribir, entre otras cosas. Por fin le preguntó si volvería a impedirle el paso. El soldado tras un breve momento de perplejidad, le contestó:

- Sí, mientras no cambie la orden.

El general, riendo de buena gana, le dio unas cariñosas palmadas en el hombro. Le dijo que había hecho muy bien y que así debía hacer siempre. Le aconsejó que siguiera siendo honrado, veraz y disciplinado, lo mismo que aprendiera a leer y escribir.